El proyecto ALACARTA podría marcar la diferencia en la lucha contra los cánceres más agresivos, ofreciendo nuevas esperanzas donde antes había pocas opciones.

Cuando se habla de cáncer, casi siempre se correlaciona con una misma palabra: dificultad. Dificultad para diagnosticarlo a tiempo, para frenarlo cuando ya se ha extendido y, sobre todo, para encontrar tratamientos realmente eficaces. En el caso del cáncer de estómago y el cáncer de páncreas, esa dificultad se multiplica: ambos se diagnostican tarde, avanzan rápido y responden mal a los tratamientos clásicos como la quimioterapia o la radioterapia. El resultado es que, hoy por hoy, se encuentran entre los tumores más letales.

Pero en paralelo a esta realidad clínica, la investigación biomédica ha ido explorando caminos alternativos. Entre ellos, la inmunoterapia ha marcado un antes y un después al demostrar que el propio sistema inmunológico puede convertirse en un arma poderosa contra el cáncer. En algunos tumores de la sangre, como las leucemias o los linfomas, las terapias celulares del tipo CAR-T han supuesto un auténtico cambio de paradigma. Estas terapias consisten en extraer linfocitos T del propio paciente, modificarlos genéticamente en el laboratorio para que reconozcan una proteína del tumor y reintroducirlos en el organismo.
La gran pregunta ahora es si este enfoque puede trasladarse con éxito a tumores sólidos tan complejos como los gástricos o pancreáticos.
UN CAR-T ACADÉMICO HECHO EN GALICIA
En este contexto nació ALACARTA. La proteína Claudina 18.2 se expresa de manera muy abundante en la mayoría de los tumores gástricos y en un número significativo de los pancreáticos, pero apenas aparece en tejidos sanos. Eso la convierte en una diana idónea para la inmunoterapia, y de hecho ya existen ensayos clínicos internacionales con CAR-T dirigidos contra esta molécula que muestran resultados alentadores. La novedad de ALACARTA, sin embargo, no reside únicamente en la elección de la diana, sino en el modelo desde el que se impulsa: se trata de un CAR-T académico, desarrollado desde instituciones públicas y no desde la industria farmacéutica.

El consorcio lo integran la Universidad de Vigo, Galaria-Empresa Pública de Servicios Sanitarios y el Hospital Clínic de Barcelona. Cada socio aporta una pieza clave: desde la generación de anticuerpos y modelos experimentales avanzados hasta la experiencia clínica en CAR-T académicos y la capacidad para producir la terapia en condiciones GMP, imprescindibles para su aplicación en pacientes. Que un proyecto así nazca en el ámbito público tiene un valor añadido: refuerza la independencia tecnológica, reduce los costes de desarrollo, amplía el acceso a futuros pacientes y sitúa a Galicia en la primera línea europea en terapias avanzadas.

no reconoce a una proteína similar como es la Claudina 18.1 por ELISA. Fuente: propia.
Los primeros resultados ya son una realidad. El equipo ha logrado desarrollar anticuerpos monoclonales capaces de unirse específicamente a Claudina 18.2 y reconocer células tumorales en líneas celulares de cáncer de páncreas y estómago. A partir de esas secuencias se ha diseñado la estrategia para crear un vector viral con el que modificar linfocitos T y transformarlos en un CAR-T académico listo para atacar a los tumores Claudina 18.2 positivos. La solidez de los datos obtenidos ha permitido, además, solicitar una patente europea que protege la innovación y abre la puerta a futuras aplicaciones clínicas y colaboraciones.

Más allá de los datos técnicos, ALACARTA representa un cambio de enfoque en la manera de concebir la innovación biomédica. El camino hasta los hospitales aún es largo, con fases preclínicas y ensayos clínicos por delante, pero cada avance – cada anticuerpo, cada validación, cada paso hacia la clínica – acerca un poco más la posibilidad de que los pacientes con cáncer gástrico o pancreático puedan contar con una opción terapéutica que hoy todavía no existe.